Lía de la Merced
el puente
no alcanza el mar
no toca las barcas de pescadores
ancladas hasta el alba de mañana
desde el puente
mientras su mano retiene el sombrero
dispuesto a seguir al viento,
la mujer mira el horizonte
que no responde
un resto de sol la ciega
(ya no hay barcas amarillas ni horizonte)
sólo cruje un nombre que ahoga
y una voz
que llega para apresar la vida
en la red de escamas en movimiento
la niña vestida de rojo
sentada con la espalda erguida
reniega de su suerte
en el fondo del salón
los ojos bajos vidriosos
perciben el as en los dados
como un ángel que se adelanta a sus pasos
no renuncia a su espera
serena en el exilio
sentada con la espalda erguida
que le entreguen
su predestinación
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