Marco Suaya

18

Los domingos el sol se erguía virilmente,
mi madre se echaba en el balcón
fingiendo interés por la lectura
sus senos desnudos caían a los lados,
admirados por las plantas desde sus butacas
al mediodía cuando el sudor había poblado su cuerpo,
era penetrada por cada uno de sus poros
recuerdo su goce dilatándose, ya no era mi madre,
era una mujer (sin obligaciones ni modales),
entregada a la lujuria
abajo, la calle era una estepa maloliente,
yo tenía 7 años y ni un amigo para escapar
desde mi celda de noveno piso recibía
la desolación de la semana
tras un par de horas enormes
el sol seguía su recorrido y mi madre volvía satisfecha
al atardecer mi soledad crecía bajo una luz asexuada,
en la sala de interrogatorios esperaba la última aguja
hoy domingo, una niebla despiadada me visita
procuro una mujer para iluminar al mediodía
y llenar su abismo de sudor
Después de esto ella será madre
Entonces podré volver
a la cálida atrocidad de su vientre.

19 Te dejaré

te dejaré
no envejeceremos juntos
no tendremos hijos
ni compartiremos el hastío
te dejaré como he dejado otros vicios
como quienes me han dejado, por maligno
entenderás lo que nunca fui
te escribo desde la rareza
del dormir con ojos abiertos
prefiero tu belleza por siempre,
y el dolor del extravío
a seguir diluyéndome
“cuando amas, debes partir” *
Y cuando partes debes amar
Lo que sea encontrado, será lo mejor
y eso también quedará atrás
para no terminar petrificado
como las ramas de un árbol de la calle
lloraré una vez más por lo que ya no tengo
por mi madre que es un retrato sin ojos
por la danza de los inválidos
y la pasión que abrazó mis días
el porvenir me agita, respiro con dificultad
por las noches me masturbo para poder dormir,
y examino en un vaso mi semen, que cayó desplomado,
es resistente y viscoso como mi deseo de libertad.

*Blaise cendrars