Los juegos de Alicia
No sabemos, Alicia, de qué país se trata
cuando tomamos el té.
La tetera es ventruda
y sopla un viento demasiado satisfecho
sobre el jardín.
Tanto golpea el sol contra la azucarera
que las plantas desdibujan su alrededor.
Se hace urgente correr hacia la hamaca
(aunque nuestra torpeza
haga estrellar la taza contra el mantel
y desaforar los ojos de los anfitriones),
para subir al sol sin regreso,
un país, Alicia,
desde donde todo verdor es distinguible
y donde la muerte está por sucedernos,
cada minuto sombra de columpio.
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