Encuentros
En el Jardín Botánico de mi ciudad no quedan
gatos (sólo estatuas),
ya no es un bosque en el que pueda perderme
con lava en el corazón.
En el lugar del corazón hay un hueco sombrío,
en el lugar del bosque una memoria esforzada.
Lo único que sobra es el miedo
y el miedo obliga a un simulacro del amor.
Si te invitara, si te invitara a mi ciudad
caminaríamos de noche por las grandes avenidas
sin mirar las vidrieras, como ciegos
tanteando el aire y las preguntas por hacer.
Dónde mostrar mi infancia sino en mis ojos
(quitaré la dureza, soplarás el dolor.)
“Los que soñamos palabras —diré— estamos
condenados,
las no elegidas se vengan de nosotros,
nos desamparan, confunden las líneas y las luces
sin respiro en nuestros cuartos”.
Y me darás, en un bar del suburbio
un libro marcado prolijamente a lápiz todavía.
“Allí está todo —dirás— lo necesario,
lo permeable, el boleto de ida”.
El destino es simétrico y no tiene respuestas
salvo esta erosión, espacios como plazas,
donde las sombras aún pueden envanecerse
de pegarse al sol.
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