II
Sobrevivirás al resplandor, Cordelia.
La enredadera había crecido demasiado
y sobre un muro que ya no les pertenecía
por completo.
Caja de amapolas, siesta amarilla.
Elegían los nombres para niños dormidos.
Elegían los nombres para el agua
y el Nombre.
Caja de tierra, de galpón,
violín de pueblo
que desafina las pequeñas muertes
y las instala en el centro de las cosas
para siempre.
Sobrevivirás a tu sed.
Tenías tanta sed en el medio del mar,
(en el miedo del mar)
Tanta sed para alcanzar a explicarte.
“Eres una diminuta gnoma sabia,
sin arrugas”, te decía tío Ángel.
Y sabías.
“Cordelia sabe leer, Cordelia sabe leer”...
Cuatro años, Cordelia.
“Cordelia no sabe leer”,
te diría el doctor Bernstein,
muchos años después,
cuando viera en los tuyos
los ojos enfermos de aquel gato,
para defenderte.
Querida Cordelia:
Plantaron nuevos árboles en la estación,
murió la gallina de pintitas.
El próximo verano
treparemos un muro más alto.
Cariños de tu primo
Juan
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