V
No sabrá nadie, Cordelia,
de tu amor.
Escucha. Escúchate en el abrazo
como en un libro herido.
Deja entrarte de lunas
y que él cace una noche
de tu historia entre doscientas.
Y no hace falta una corona
de anémonas
ni un espejito morado
ni un oleaje de victorias
en delito.
Oyó tan sólo un silbido lejano
y pretendió convertirlo
en el ruido de un color.
Aprendió tan sólo
lo que quiso aprender:
jugar a disputar la luz
cara en la tierra.
Dos hordas enemigas
peleaban su silencio.
De tan poco
sabía que pedía demasiado.
No sabrá nadie, Cordelia,
de tu amor.
Hay un pedazo tuyo
en todas partes
y sólo sabes amar esos pedazos
desnudos, sin reconocer,
en otros ojos.
Escucha. Escúchate escapar
a las auroras
con la boca reseca de no comprender.
En un condado tan lleno de fantasmas
que (jamás lo pensaste),
habías dejado despoblado.
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