III
Supongamos que muero 
  a mitad de la noche. 
  Supongamos que ya no haya 
  estrellas para contar. 
  Que la música no desvele mi oído 
  sino que yo me instale en su territorio 
  y me demuela. 
  Supongamos que se trate  
  de otra ventana 
  y no de esta mueca boquiabierta de hollín 
  a los vecinos sin cara. 
Si sólo se pudiera dormir 
  para ser otro al despertar. 
  Conquistadores fenicios 
  de puertos de colores. 
  La doncella de Cleopatra 
  y el luto de la serpiente por el porvenir. 
  Si pudiera hacerse algo más 
  que esperar 
  sentada a horcajadas de la vida 
  bebiendo té en vasos de prestado. 
Adolezco 
  y mis entrañas se estiran. 
  Mi antiguo amor florecerá después. 
  Cuánto hace que estoy viva 
  y recuerdo. 
  Supongamos que muero antes de despertar. 
  Duele demasiado ya lo que poseo. 
  Duele infinitamente más 
  lo que espero poseer. 
           
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