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En este lugar la soledad se llama adobe
y los colores salvajes de los muros no la disimulan.
Ausencia, flores de ausencia.
Personas mudas como bultos mudos
zumban entre calles de seda y una tierra hueca
y luminosa.
¿Cuál fue el hechizo que los enmudeció?
¿O fue una pena?
Mis palabras desbordan intemperie y conjuro
y se derraman en el patio donde vive un gato
de pelo de lince.
Elijo un nombre para él, que brilla en la mañana
como una luciérnaga trasnochada.
Su diminuto corazón oye música por primera vez.
El mío -apretado, patético- permanece adherido a
la fábula como el buen falsificador a su único talento.
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