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Dejé de escribir porque no deseaba balbucear.
¿Optaste en venganza, por no regar mi plantita
del balcón?
Oh, estoy tan lejos que sus flores me parecen
brillantes como gemas:
flores de noches dulces e impacientes,
noches que nunca volveré a tener.
El camino es estrecho en este punto y no es
metáfora; necesito una mula para salir de aquí
(sin abandonar la mochila)
y mis objetos de trueque no interesan.
Ayer me miré al espejo: mis ojos se han
vuelto dos cavernas excavadas por la espera.
En el interior dos murciélagos amaestrados
se han acostumbrado a la lucecita precaria pero firme
que me sobrevuela.
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