21
Hay una punta de nube iluminada
detrás de la oxidada chimenea.
Es un préstamo -no un regalo- sentencio,
que debo devolver.
No tengo más remedio que hacer foco
con estos ojos confundidos -empañados-
y confiar en los resquicios de la tarde
como resumen de mirada.
¿A qué temo?
Si estoy tan perdida en esta ciudad
como en la mía.
Si la luz color de bronce sobre los techos
barre con días blancos como arsénico,
que envenena como él, la riqueza del mundo.
Soy una cámara disfrazada de mujer,
lo he olvidado todo menos este desvelo.
Me reduzco unos centímetros hacia la noche
y en mi diminuta habitación
me convierto en una tierra que sueña.
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