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Quise enviarte la foto de la iguana, pero se manchó
con "la sangre y el barro de la historia".
Detenida en el hospital, jugué a las cartas
con la enfermera de la noche:
cuando ella ganaba, me llevaba en andas
hasta la ventana para ver la luna
(una luna gris, una luna que copiaba las ruinas).
Se quedó a cambio con los fósiles
y mi único perfume, y no encontré al Gaviero
(aunque lo busqué).
No me creerás pero añoro la sopa aguada
y la extraña euforia que me sostenía
(las vendas como pañales de consuelo).
Una ridícula flor apretada entre ladrillos.
Mi pierna nunca volverá a estar bien pero
¿alguna vez he caminado seriamente, con armonía,
en este mundo?
¡Ah! Detrás de la iguana hubieras visto
una iglesia románica, apegada al olvido
como este cuaderno, que sólo canta lo imposible.
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