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Hoy vino la muerte. Es bella y callada
pero los gatos se asustaron.
Se llevó a Concepción, la tejedora
de la casa amarilla junto al mercado.
Se la ve pequeñita y oscura —como una lenteja—
dentro del bote,
el bote que empujarán a la corriente, al río del río.
Antes la cubrimos de muñecos de trapo,
coloridos, imperfectos y torpes, como la vida.
El sol brilla como el de los tapices
y los perros tienen los ojos cenicientos y solemnes
como los míos.
Ojos de ceremonia y de señuelo.
Hoy vino la muerte. Desandamos juntas
el sendero hasta el cruce.
Es turbia y neutral, como el río,
como mi tazón de aluminio, como mi corazón
que es todo río.
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